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¿MADE IN CHILE?

Javier Sánchez Reyes
granvalparaiso.cl
(03/10/05)
La inspiración, inteligencia y creatividad de nuestros científicos es “legalmente” expropiada por consorcios estadounidenses, debido a pelotudas normas del Fondecyt
NUESTRA CONDICIÓN DE país subdesarrollado y, sobre todo, dependiente, ha quedado de nuevo en evidencia en una reciente nota de prensa. Ella daba cuenta de 572 patentamientos realizados en Estados Unidos entre 1987 y 2003, utilizando 273 investigaciones llevadas a cabo en Chile, mayoritariamente con financiamiento estatal, a través del Fondecyt.
Encabezan la lista de investigaciones citadas en las patentes de Estados Unidos la Universidad de Chile (249), la Universidad Católica de Chile (157), la Universidad de Concepción (44), la Universidad de Santiago de Chile (39) y la Universidad Austral de Chile (37). A ellos se suman la Universidad Federico Santa María, el Centro de Estudios Científicos de Valdivia y la Clínica Las Condes.
El mayor impacto de estos patentamientos estuvo en el área de ciencias biomédicas, que incluye bioquímica, biología molecular e investigación clínica. Otros ámbitos en que fueron utilizados los estudios nacionales fueron la química, biología e ingeniería. Grandes empresas farmacéuticas y biotecnológicas como Roche Molecular Systems, Wyeth, Guilford Pharmaceuticals, General Electric, Beech Nut Nutrition Corp., Harvard College, Pres.&Fellows, Procter&Gamble, Merck, USA Health&Human Services Dep., entre otras, fueron las que se llevaron parte de la tajada.
Lo más curioso, sin embargo, no es la ocurrencia de este hecho -el patentamiento- que también se da a nivel de genes de especies animales y vegetales originarias, sino el que haya sido calificado como algo positivo, pese a que, entre otras cosas cuestiona los derechos de propiedad intelectual de los autores de dichos trabajos.
“Es una gran noticia”, dijeron algunos; “no es posible cuantificar aún su trascendencia”, señalaron los más cautos; “fue una gran sorpresa constatar estos resultados, que nos demuestran de manera clara y contundente que tanto Fondecyt como los estudiantes de doctorados, los hacedores de la ciencia, son lo más sustantivo si queremos innovar en este país", manifestó el optimista rector de una universidad privada que sistematizó la información.
La satisfacción de algunos frente a este cuadro está en que, sostienen, hay muchos productos del mercado internacional tienen hoy la huella de "pensado en Chile". Sin embargo, tanto optimismo, no deja ver situaciones tan complejas como que muchos de esos autores ni siquiera saben que sus investigaciones fueron utilizadas para obtener patentes en otro país.
Lamentablemente, parte inicial de este problema es que el propio Fondecyt deja claro a los investigadores, al momento de postular a los proyectos, que su principal objetivo debe ser evidenciar la excelencia de los mismos y sólo complementar sus proyecciones o aplicaciones. Es decir, en la generación de conocimiento hay una suerte de trampa. En los papers los científicos tienen que dar cierta orientación a sus trabajos para que salgan publicados; algo así como un contexto relevante para un destino probable. Más o menos como no entregar toda la receta, pero dejando claro cuales son los ingredientes que faltan.
Así, la inspiración, inteligencia y creatividad de nuestros científicos es “legalmente aprovechada” -en ningún caso robada- por empresas y grandes consorcios estadounidenses, mediante la contratación de otros científicos que, cansados ya de disputas teóricas y legales con sus pares del mundo desarrollado, se dedican a leer las publicaciones que les permitirán detectar datos claves surgidos desde países que no patentan sus estudios.
Lo curioso del caso es que uno podría pensar que la solución del tema está en que las investigaciones que se realicen en Chile, con recursos del Estado, es decir de todos, se patenten en nuestro territorio. Sin embargo, en esta sucursal de Macondo, existe el DFL 33 de 1981, que creó el Fondecyt, el cual establece que no se puede crear y patentar a la vez. Es decir quienes piensan e investigan y presentan los resultados de sus proyectos no pueden patentarlos... porque si lo hacen ¡¡deben devolver los recursos que recibieron!!. Entonces, como ningún científico chileno está en condiciones de hacer esto, no patenta.
La lógica de ese decreto emitido en tiempos del oscurantismo intelectual es que se asociaba el patentamiento a un afán de enriquecerse rápidamente, más que al de proteger la propiedad intelectual, cosa curiosa en un régimen que decía defender el derecho de propiedad. El Ministerio de Educación ha anunciado el envío de un proyecto para eliminar esta retrógrada cláusula. Ojalá estos e haga pronto de manera que, efectivamente, el conocimiento generado en nuestro país pueda llevar el sello Made in Chile."

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